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viernes, 12 de diciembre de 2014

MIDO LA TIERRA CON EL CIELO DE MIS PESTAÑAS





Los vidrios de las ventanas,
las piedras intranquilas,
las arterias de las calles, 
los escalones y el asfalto duro,
no son una rama torcida o recta.

Poco a poco la luz
no es del todo resplandeciente,
poco a poco como un ciego,
se apaga a su manera y lentamente.

Aquel mineral de cuarzo y racimo
fue un conjunto de ramilletes que mudaron.

Como la substancia más opaca y triste
cayeron mis pestañas de niño,
como los pétalos de cualquier hombre.

¿Quién dará  trabajo a mis zapatos
y a los instrumentos de mis manos?
De tanto andar, salen las raíces canas
y las regiones en los ojos del hombre.

Tenemos manos vacías, ¡pero llenas!,
llenas de hambre y de caminos
que no sirven para el amparo,
ni retienen los agujeros del tiempo
ni llevan boca para callarse.

Soy el señor de mis órganos enramados,
entre sangre y sangre
el amor de mi romance apagado.

Lloro vidrios entre las ventanas,
como piedras intranquilas
que apuntan a las arterias de mis calles
y a mis escalones de asfalto  duro,
que como un ciego o un orco,
cada uno se daña y se apaga a su manera.

Aparecí directamente del levante,
pastor en mis versos
de averno arrugado.

Con olor a monte y tierra
enmascarando a los cereales de miel
que habitan en mis ojos
y miden la tierra
con el cielo de mis pestañas.

Traía un hilo tensado,
por el canto deshojado
al trasluz de mis retinas polvorientas,
que como un fusil,
aprieto mi pólvora en la batalla.

Lejos de la humanidad
despedazada en el combate,
construyo una colmena limpia,
más allá de como me dejaste
¡en una tierra gigante!

Poco a poco la luz,
poco a poco un ciego,
ve lentamente a su manera.

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